SÍ SE PUEDE. TODOS PODEMOS SER FELICES.

Hace poco tiempo tuve el honor de impartir una charla sobre emprendimiento a unos 20 niños de la ONG “Pintando Caminos” (www.pintandocaminos.org) en el Paraíso, uno de los barrios más pobres del distrito Ciudad Bolívar en Bogotá. Para los que no conozcáis Ciudad Bolívar es como una gran comuna o favela donde viven alrededor de  1.000.000 de personas de muy bajos recursos. Y es un barrio de la capital de Colombia con bastante mala fama. No hay día que los medios de comunicación no saquen alguna noticia sobre hechos delictivos ocurridos en esta zona de la ciudad.

Pues bien, sabiendo todo esto, estaba ansioso por que llegara el día en que pudiera conocer Ciudad Bolívar y….,  después de 3 años viviendo en Colombia, ese día llego. Me invito a impartir una conferencia sobre emprendimiento y felicidad mi amigo,  Óscar Pérez. Un español que ha vivido durante un año en Ciudad Bolívar y que colabora con varias ONG´s que actúan allí. Oscar siempre habla muy bien de Ciudad Bolívar, sobre todo  de sus gentes, de que aunque parezca mentira por las condiciones de vida que tienen, son felices. Que la gente de allí merece la pena. Y también suele hablar de las increíbles vistas que tiene a la ciudad de Bogotá. De sus amaneceres y atardeceres privilegiados.

Cuando llegue a la casa “Pintando Caminos”, ONG que se dedica a recoger a los niños en este barrio para que después de la escuela sigan estudiando y aprendiendo en vez de estar en la calle,  después de adentrarnos durante más de una hora por las populosas calles de CB, y entre en el salón,  me lleve una gran sorpresa. Me esperaba jóvenes de más o menos 15 o 20 años a los cuales les iba a hablar de emprendimiento, de que todos podemos emprender, cuando vi el aula llena de niños de entre 6 y 12 años. Tuve que cambiar el “chip” y rápidamente adaptar mi conferencia para que la entendieran niños tan pequeños.

Era la primera vez en mi vida en que tenía que impartir una conferencia a gente tan jovencita. No utilice ni powerpoint, ni micrófono, ni nada de nada. Durante cerca de una hora converse con estos niños sobre felicidad, sobre que los sueños, sus sueños se pueden conseguir, que el final de la película va a ser un final feliz. Que no tienen que tener vergüenza y que tienen que intentar alcanzar sus sueños. Hubo bastantes, diría que muchas risas y sonrisas durante la charla.

Aquel día, no les llevamos nada material. No llevamos ni medicinas, ni alimentos, ni ropa. Creo y sin que suene pretencioso, que les llevamos algo mejor para ellos. Les llevamos un poquito de felicidad, podríamos decir que una especie de pastillas de la felicidad, que les hagan ver, por muy jovencitos que sean, que ellos pueden y deben ser felices.

Que tienen que pensar en positivo. Que pueden soñar y que seguro que su sueño de ser emprendedores o trabajadores el día de mañana, va a tener un final feliz. Y que para alcanzar esos bonitos sueños tienen que perder la timidez, la pena, la vergüenza y pasar a la acción. Les pregunte que levantaran la mano cuántos de ellos eran tímidos. Más o menos la mitad levanto la mano. Les comente la técnica que utilizo para actuar cuando tengo vergüenza de algo. Que cuando sientan pena en hacer algo, aprovechen justo ese momento de vergüenza para actuar. Y de esta manera pudimos ver como uno de estos niños del barrio de El Paraíso de Ciudad Bolívar, aprovechando que tenía vergüenza, se puso a cantar delante de todos la canción “Los pollitos dicen pio pío  pio cuando tienen hambre, cuando tienen frio. La gallina busca el maíz y el trigo, les da la comida y les presta abrigo”. Casi sin darnos cuenta, Oscar, yo, Alexandra (la directora de Pintando Caminos)   y el resto de niños nos pusimos a hacerle los coros. A mí y creo que a todos los que estábamos presentes, esa canción nos supo a gloria celestial. Y ojalá que el niño que tuvo el coraje con tan solo diez años de superar su timidez y cantar delante de todos,  junto con los otros niños de Ciudad Bolívar, puedan  alcanzar todos los sueños que se propongan y que sean felices, por que como dice mi suegro, “El premio de ser feliz no te toca por tener un sueldo muy alto, ni por qué te toque la lotería, ni por herencia. “. El premio de ser feliz depende de cada uno de nosotros y por supuesto que todos podemos ser felices incluidos los niños y niñas del barrio de  El Paraíso en ciudad Bolívar.

 

Pablo Claver

Emprendedor desde los 9 años y hoy por hoy una persona feliz.

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